Y dije varias, pero callé tantas que ahora se me atragantan y ahogan y aprietan en el pecho y me gritan desesperadas por salir y trato de acallarlas infructuosamente en un pozo vacío, pero solo el eco de mis propias ideas me replica y desaparece y las palabras vuelven a mí como un último suspiro de aire antes de levantar la mirada.
¿Por qué querría llenarte de sentimentalidades por mí tan vividas? De absurdos y ''si...'' inútiles y desgastantes.
Callé queriendo decir t a n t o.

Y tengo esta forma de ser enraizada al alma y ya no puedo sino escribir desde el rinconcito más lleno de verdades y romantiquerías dentro de mí. Y pienso en todo eso que hubiésemos sido, todo eso que no, que nunca,
Quería hablarte de cómo temí, de cómo lograste leer un libro sin siquiera abrirlo. Solo me viste y leíste cuando tantas veces me había sentido carente de sentido, de palabras, de páginas. Pero me leíste, me analizaste y me acogiste sin reparar en mis dobleces ni prólogos, siempre buscando la fábula inequívoca que sabías que se hallaba detrás.
Y es que esta vida de raíces generosas no he podido sino interpretar desde un porqué personal el motivo de las cosas; si crecí torcida, malas decisiones; si me seco y no florezco he de cortar tales extremidades y encauzar mis raíces hacia mis propios pies y sanar, embargarme de primavera y solo ahí volver a comenzar. Pero no esta vez, no si no son mis raíces el problema, no cuando ya he aprendido, cuando han pasado ciclos y solo mi naturaleza perenne sostiene las ramas más débiles. Se abrazaron a raíces nobles, rizadas y transparentes. ¿Quién soy yo para cortarlas cuando han sabido arraigarse a tal maravilla?
Y he visto tanto que reconozco (tus) luces y sombras aun si reconocerlas solo me deje un grito en el pecho, en el corazón, anhelando que decidas cobijarme, tenerme en tu alero y entrelazar ramas de distinta cepa de una misma semilla.
1 comentario:
La montaña y el Iceberg
Tu eres la montaña.
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