Partirse, desvanecerse y volver... ¿Cuántas veces he de hallarme descubierta? Desnuda por otros que ni siquiera lo notan y, sin más, voltean sus huellas.
He de saberme en profundidades, rasgaduras y analogías erróneas hasta quien sepa cómo zafarme y liberarse en mí. Hallarse, atarse de la manera más liberadora.
Quizá me han encontrado y no dejo atraparme, quizá me buscan y yo, ciega de sueños, no logro encontrarme.
Quizá, quizá...
No, no en realidad. No hablo de inutilerías, de mandatos sociales. Ni siquiera hablo de contemporaneidades.
No compongo certezas moldeables, soy aunque nada más lo sea. Ese ha de ser el peor método de búsqueda: sin esperanza, reconociéndose aguardando fantasías inexcusables, legítimas, realizables solo en sueños de siglos pasados, desfasados de actualidad, de lo que los demás pareciesen ser.
Y, sin embargo, tan presentes, tan irrenunciables.
Que no han habido tantos, ni siquiera uno.
Que no preocupa, pero atrapa en la idea de permanencia
Que no han habido tantos, ni siquiera uno.
Que no preocupa, pero atrapa en la idea de permanencia
de soledad
de estar atrapada
en mí
frustrada